29 octubre 2006

Hacienda hace la vista gorda con ciertos deudores

Los hechos, hechos son. Que los clubes de fútbol profesional acumulen deudas que ya suman ¡2.156 millones de euros! (358.728 millones de las antiguas pesetas) tiene un claro punto de interés: los deudores cuentan con la connivencia del Estado. ¿Por qué?
En 1985, la Administración decidió perdonar las deudas que los clubes de fútbol habían acumulado con Hacienda y con la seguridad social: unos 17.000 millones de las antiguas pesetas. Siete años después, en 1992, el Estado volvió a hacer gala de una generosidad que ya quisiera para sí el contribuyente común y condonó otros 35.000 millones de pesetas.
Evidentemente, la lectura que hicieron los administradores de ambas amnistías fiscales fue la que más les interesaba: podemos gastar y hacerlo sin medida, sin control y sin pagar a Hacienda, ni a la seguridad social. Y han gastado y gastan sin que nadie --tampoco la Justicia ni el Tribunal de Cuentas-- les exija el cumplimiento de lo que es obligatorio para el resto de personas físicas o jurídicas residentes o con sede en territorio español.
La ley dice que los gestores de los clubes deben responder de las deudas contraídas con su patrimonio personal. De momento, pura teoría.
Hoy, los clubes deben diez veces más que en 1992 y, para colmo, abonan sueldos más multimillonarios que en los años noventa y hasta un presidente, el del Deportivo de A Coruña, se ha permitido el lujo de establecerse un suelo equivalente al 1% del presupuesto anual del club. ¿Descaro? Puede, aunque ese descaro cuenta con el aprobado de la asamblea de accionistas de la sociedad, y por si fuera poco también se beneficia de la ceguera de la Administración, a la que el Deportivo debe miles de millones de pesetas.
Lo más aberrante del asunto es que Hacienda y la seguridad social tramitan denuncias e incoan ejecutivos de embargo a pequeñas y medianas empresas por deudas de 600, 1.000, 3.000 o 5.000 euros, y lo hacen sin atender a la posibilidad de que la medida provoque el cierre de un centro de trabajo y la pérdida de uno, dos o siete puestos de trabajo.
¿Cabe concluir, pues, que el pago de los multimillonarios salarios de los futbolistas profesionales y de gestores como Lendoiro son socialmente más importantes que los del resto de asalariados, empresarios y contribuyentes?
¿Qué cabe pensar del Estado? No hay dinero para contratar más médicos, enfermeros y auxiliares sanitarios, pero contribuye --contribuimos-- al pago de privilegios en la Liga de las Estrellas.
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