07 noviembre 2011

Centenario de la constitución de Mónaco, paraíso fiscal pequeño pero grande y mal disimulado

La debacle financiera y subsiguiente recesión que padecen los europeos, episodio en el que los desregulados movimientos transnacionales de capital juegan un papel fundamental, más el hecho de que este año se cumpla el centenario de su moderna Constitución, convierten a Mónaco en pieza informativa; no en vano es uno de los más eficientes paraísos fiscales del mundo.
Sin embargo, pese a la que está cayendo y al papel que juega el Principado en el cenagal financiero, el centenario de su Constitución apenas ha merecido atenciones mediáticas.
La familia reinante y su "espectacular" estilo de vida son los del cuento que remata "se casaron, fueron felices y comieron perdices"... con desvergüenza infinita. Lo cual viene al pelo, pues el pasado 1 de julio el monarca Alberto II contrajo matrimonio con la nadadora Charlene Wittstock [nacida en Bulawayo (1978), en la antigua Rodesia, hoy Zimbabue; si bien es ciudadana sudafricana], lo que motivó ríos de tinta y de imágenes, pero apenas nada se dijo o escribió de que sólo hace cien años que la finca medieval de los Grimaldi hizo su tardía y teórica transición del Antiguo Régimen al Estado moderno, convirtiéndose formalmente en una monarquía parlamentaria.
Es obligado, pues, reconocer los méritos de Alberto II, de su gobierno y de quienes velan por el futuro del Principado y de los dineros que esconde, pues han logrado que casi nadie mente al paraíso fiscal por excelencia de Europa cuando se habla o escribe del caos financiero.
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Alberto II está satisfecho, lógicamente
Europeísmo
ventajista y rastrero

Mientras la Unión Europea (UE) pasa apuros [bueno, en realidad quienes pasan apuros son los asalariados, los autónomos y los pequeños empresarios], en Mónaco todo marcha sobre ruedas.
El turismo de lujo, el juego y los chanchullos financieros garantizan la buena salud económica de la finca de los Grimaldi, cuyo régimen fiscal es singularísimo, pues sus apenas 30.000 ciudadanos no pagan impuestos sobre la renta; lo que explica que el Principado sea la sede de personas físicas y jurídicas que trasladan allí sus fortunas y cuanto ganan o rapiñan en el extranjero, sobre todo en la propia Europa.
Curiosamente, tan libérrimo como provechoso criterio fiscal no impide que el Estado monegasco sea intervencionista y controle casi todos los servicios, poniendo especial mimo en monopolios como los del tabaco y las telecomunicaciones (el 45 % de las acciones de Mónaco Telecom son de propiedad pública).
Abundando en hipocresías, Mónaco no es miembro de la UE pero se beneficia de ella al estar institucionalmente vinculado a Francia, a la que está unida mediante un tratado de unión aduanera y monetaria [el euro también es la divisa del Principado] y además, en base a la Constitución que ahora cumple cien años, el ejército de Francia es el responsable de defender Mónaco.
La cosa no se queda ahí, pues el jefe del Ejecutivo monegasco [oficialmente denominado ministro de Estado] debe ser un ciudadano francés que el monarca elige entre los tres candidatos que propone la República Francesa; ese extranjero sugerido por París preside el consejo de Gobierno, formado por seis personas y por si fuera poco y también por mandato constitucional, el francés cooptado también es el titular de las competencias propias de los ministerios de Defensa y de Interior, lo que convierte a Mónaco en un Estado satélite de la República Francesa. 
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El éxito económico es fruto del trapicheo sistemático

Hace ahora casi doce años, en 1999, dos diputados de la Asamblea Nacional gala [Arnaud Montebourg y Vincent Peillon] obtuvieron información suficiente para acusar a Mónaco de ser un formidable pozo y lavadero de dinero negro, incluido el glamuroso Casino de Montecarlo
Peor aún, los investigadores poseían pruebas inequívocas de que el Gobierno de Mónaco ejercía --todo apunta que lo sigue haciendo-- presiones sobre el poder judicial para que obstaculizara o paralizara todo tipo de pesquisas sobre los movimientos de dinero que se pergeñan en el Principado y sobre los depósitos existentes en sus entidades financieras.
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Llovió sobre mojado, el Principado ya había sido denunciado

Año y medio antes de la denuncia de Montebourg y Peillon, en 1998, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) había emitido un informe que incluía a Mónaco en la lista de países «con poca o nula claridad fiscal».
Cinco años después, en 2003, el Fondo Monetario Internacional (FMI) calificó oficialmente a Mónaco de paraíso fiscal. Al año siguiente, la OCDE insistió en su denuncia de 1998 con el agravante de que el Principado no sólo había evitado colaborar en las investigaciones abiertas, sino que además se negó a proporcionar la más mínima información sobre la procedencia del dinero de decenas de personas físicas y jurídicas, la mayoría de ellas ciudadanos extranjeros afincados en la ciudad y que en algunos casos también se habían nacionalizado monegascos, aparte de los cientos de sociedades allí radicadas. 
En esa relación de Estados sin vergüenza, Andorra y Liechtenstein son los otros dos pequeños pillos del Viejo Continente, y ambos también gozan de excelentes relaciones con la Unión Europa.
Mónaco y su sistema financiero son tan divinos como el IOR (banco de El Vaticano)están por encima de todo y de todos.
Finalmente, en 2009, justo cuando Europa ya sufría los primeros embates de la llamada crisis financiera, ¡sorpresa!, Mónaco desapareció de las listas negras oficiales...
Extraiga usted, amable lector/a, sus propias conclusiones.
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NOTA:
Vaya desde aquí una sincera "felicitación" a Alberto II; aunque no tanto por el centenario constitucional o por la boda --que también--, como por haber logrado que su lavadero pase desapercibido mientras los mercados mueven sin compasión el capital, incluido el que duerme en el antiguo enclave foceo de Monoïkos.
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DE INTERÉS: "Bienvenido, señor supermillonario", en El país.

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