17 noviembre 2014

La socialdemocracia se ha ganado a pulso otro revés electoral en Rumanía

Lejos de la Banana Azul y en un territorio ex soviético, la socialdemocracia ha recibido otra lección de realismo. En las elecciones presidenciales rumanas del pasado fin de semana se ha repetido la lid: un socialdemócrata que reniega de su ideología y un neoliberal que sabe explotar la necesidad de ilusión de los electores. Ha ganado la más simple de las lógicas electorales.
El socialdemócrata es Victor Ponta, que ostenta la jefatura de Gobierno tras la dimisión de Mihai Razvan, del Partido Nacional para el Progreso, socio del Partido Socialdemócrata (PSD) y del Partido Conservador en la coalición Unión Social Liberal que ganó los comicios legislativos de 2012. Su oponente era un alcalde de éxito, Klaus Iohannis, de la Alianza Liberal Cristiana (centro-derecha), formada por el histórico Partido Nacional Liberal (fundado en 1875), el Partido Demócrata Liberal (ambos adscritos al PPE), y Fuerza Cívica.
Ponta es conocido popularmente como "Copiere-lipere" (copiar-pegar), en alusión a que plagió su tesis doctoral; en tanto que Iohannis, el candidato neoliberal y ahora jefe de Estado electo, luce un apodo más natural: "Germanâ" (alemán), pues pertenece a la minoría rumana de origen sajón.
[Los rumanos de origen germánico, casi todos sajones o suabos, permanecían olvidados y en cierta medida estaban mal considerados tras el papel que jugaron sus elementos pangermanistas durante el auge del III Reich, pero el colectivo concitó renovada atención en Rumanía y en el resto de Europa en 2009 debido a la concesión del Premio Nobel de Literatura a Herta Müller, germanófona afincada en Berlín pero nacida en Rumanía]
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La prepotencia provocó que el favorito
perdiera una ventaja de 10 puntos
El candidato socialdemócrata partía con la ventaja de ser jefe del Ejecutivo, lo que siempre proporciona connivencias mediáticas, o cuando menos "prudencias beneficiosas". En la primera vuelta Ponta había obtenido algo más del 40 % de los votos, 10 puntos más que su rival; pero al no alcanzar el 50 % de papeletas emitidas tuvo que afrontar una segunda vuelta, lo que hizo con la confianza que le otorgaba tan amplio margen.
Sin embargo, él y sus asesores se olvidaron de un detalle: el candidato del PSD había recaudado todo su potencial electoral, máxime si se tiene en cuenta que la base de su gobierno está formada por una singular coalición trufada de contradicciones, de manera que un porcentaje nada desdeñable de los apoyos obtenidos eran prestados.
Por el contrario, su contrincante, Iohannis, no sólo podía arañar parte de los votos prestados al socialdemócrata y los que habían sumado los presidenciables eliminados en la primera vuelta —todos críticos con el Gobierno—, sino que además también jugaba con la posibilidad de reducir la elevada abstención de la primera vuelta; como así ha ocurrido, pues la participación saltó de poco más del 50 al 65 %; de los que Ponta recibió prácticamente los mismos que en la primera ronda, el 45,3 %; en tanto que Iohannis aumentó los suyos casi el 50 %, alcanzando el 54,7 %.
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Ponta perdió la delantera por ir detrás de los creyentes
Victor Ponta, confiado, había iniciado la campaña haciendo guiños al sector conservador de la sociedad rumana. En su primer mitin pronunció una frase que causó sorpresa: «Creer en Dios es propio de hombres de bien». Fue un intento de ganar votos entre los creyentes, no en vano el 86 % de los rumanos se declaran seguidores de la poderosa Iglesia Ortodoxa, rebautizada Corporación Dios por quienes critican sus vastas riquezas y negocios.
En contra de lo que numerosos observadores de Europa occidental creyeron, la frase de Ponta sólo era sorprendente para ellos, no para los rumanos, ni siquiera para los cuadros del PSD, pues el segundo del partido y del Gobierno, Liviu Dragnea, había ido incluso más lejos al declarar que «debemos ayudar a la Iglesia porque es la que nos aporta sostén moral y la que garantiza la tranquilidad».
El esfuerzo del PSD era inútil. La inmensa mayoría de los rumanos creyentes y practicantes, que no son ni mucho menos el 86 % pero si una notable porción del electorado (entre el 25 y el 40 % de la población, según las fuentes), jamás respaldarán al PSD porque todavía recuerdan que cuando la organización fue constituida, en 1992, acogió a numerosos cuadros del Partido Comunista Rumano de Nicolae Ceausescu.
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En la foto superior el presidente electo, Iohannis
y su esposa Carmen, en un acto celebrado el pasado
octubre (foto capturada en K
olozsvaros); en la imagen
inferior, Ponta baila con su esposa en una fiesta social
(foto capturada en Vertical)
Iohannis hizo suyas
las ilusiones del ciudadano común
El finalmente ganador, el germanófono Klaus Iohannis, ha sido menos teatral, menos demagogo y, por encima de todo, se ha esforzado por recoger las ilusiones del ciudadano medio rumano, que sueña con ver cumplidas las promesas de crecimiento económico que todos cantan desde que el país ingresó en la Unión Europea (UE), lo que ocurrió el 1 de enero de 2007.
Iohannis tenía una carta de presentación de extraordinario valor: la gestión que ha realizado como alcalde de Sibiu (ciudad que tiene topónimo alemán: Hermannstadt). Se trata del municipio más importante de Transilvania, principado independiente del que fue capital (1692-1791).
La población de Sibiu, cifrada en 160.000 habitantes, es una de las pocas de Rumanía que goza de cierto bienestar y estabilidad socio-económica.
La ciudad fue refundada por colonos sajones en el siglo XII sobre el histórico asentamiento romano de Cibinium y durante siglos albergó uno de los dos colectivos germanófonos urbanos más numerosos de Rumanía [la otra ciudad con notable población germanófona es Timisoara]. Pero a raíz de la Segunda Guerra Mundial y de la migración provocada por la derrota del III Reich, hoy en Sibiu los descendientes de etnias germánicas apenas suponen el 2 % de los residentes.
El alcalde es conocido en todo el país por ser el impulsor de una serie de importantes y exitosas reformas, en gran medida beneficiado por el hecho de que Sibiu fue en 2007, junto a Luxemburgo, Capital Europea de la Cultura.
Mientras que el candidato del PSD optó por un eslogan de campaña más propio del nacionalismo conservador que de la socialdemocracia, "Orgulloso de ser rumano", Iohannis optó por tocar tierra mirando hacia el futuro: "El trabajo bien hecho", jugando de forma implícita con la admiración que los rumanos en general sienten por la eficiencia alemana.
«Quiero hacer en toda Rumania lo que hemos hecho en Sibiu», ha repetido una y otra vez Iohannis, quien ha evitado hablar de grandezas que no existen para centrar su oferta en dos aspectos muy concretos y cotidianos: el trabajo, como única forma de salir del agujero económico en el que está el país y en segundo lugar, la necesidad de poner coto a la corrupción político-institucional que sangra Rumanía, que según los expertos comunitarios es una de las más graves de la UE junto a las que acusan Bulgaria, Hungría, Grecia y España.
[Prueba del elevado grado de corrupción es el procesamiento del ex primer ministro Adrian Nastase (2000-2004) y la investigación a que ha sido sometida la hasta ahora fiscal jefa que coordinaba la lucha contra el crimen organizado, Alina Bica, acusada de apropiarse de una valiosa finca en un municipio en el que ha florecido el turismo de lujo] 
La prepotencia gubernamental de Ponta, mal adornada con gotas de nacionalismo infantil, ha sido derrotada por el sentido común de un alcalde avalado por su gestión y que, en resumen, se ha limitado a pedir a los rumanos que trabajen y crean en la posibilidad de repetir los éxitos de Sibiu a escala nacional.
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¿Cuánto tardarán en convocar elecciones generales? 
Iohannis tiene muy difícil cumplir sus promesas, pues la coalición que lidera Ponta tiene mayoría en la cámara legislativa.
Sin embargo, hay dos factores que matizan todas las previsiones y respaldan la tesis de que el adelanto de las elecciones generales acabará siendo inevitable:
Primero, el presidente de la república rumana no sólo es protocolario, tiene poderes ejecutivos en las políticas de asuntos exteriores, seguridad y justicia; además de que puede bloquear determinadas iniciativas y proyectos de ley gubernamentales; y
Segundo, tras la derrota del líder del PSD la coalición social-liberal es más frágil de lo que ya era; a nadie sorprendería un cambio de alianzas que dé la mayoría a la derecha, o bien una crisis gubernamental con la consiguiente convocatoria de elecciones legislativas.

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